Por las calles calladas callejeo
detrás de mi nariz, tranquilamente,
y la sigo despacio y obediente.
(No miro la basura, y no la veo).
Una más que asequible libretita
hace función de oído a mis pesares,
y sólo me distraen los andares
de alguna atareada muchachita.
Y últimamente, ya muy raramente.
Mi ambular desdichado se volvió
habitación, y música, y festejo.
Estos pocos versículos os dejo,
que durarán un poco más que yo.
Ya la nada me espera, impacïente.
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