........................esta segunda inocencia
que da en no creer en nada.
Antonio Machado

martes, 31 de agosto de 2010

Y así sucesivamente


No permitáis, amigos, que el corazón se vaya:
vigiladlo de cerca, dormid poco.
Porque un día una piedra sin nombre
ocupa su lugar.
Una piedra pesada, muy pesada.
Te miras al espejo: no ves nadie;
te oyes hablar, y no eres tú el que habla.
Te hablan y no te das por aludido.
Te preguntas quién eres, y no sabes,
y ni aun aquel recuerdo te suscita
tristeza alguna,
o alegran tu mirada los geranios ni los innumerables
colores del crepúsculo, ni las muchachas nuevas.
No permitáis, amigos, que el corazón se vaya: vigiladlo de cerca,
dormid poco.
Porque es lo más valioso que tenemos,
y el más desleal amigo.

lunes, 30 de agosto de 2010

El pecado

                       El pecado no es un atentado contra normas sociales más o menos variables o contingentes; el pecado sería, por ejemplo, que las rosas de tu jardín rompieran a cantar.
           El retorno de los brujos


                     Los miedos, como tal vez sepa el lector, son no menos personales que los gustos -y los disgustos- ; conozco gente que teme  las arañas o  los gatos; los psiquiatras saben de personas a quienes les angustia pensar en lo infinito del espacio exterior.   
    La siguiente historia me dio miedo; no significa que a otros pueda dárselo. Me la contaron como cierta, y por cierta la sigo teniendo, pero, como es natural, es cosa opinable si sucedió o no.
    Un labrador o pastor regresaba de noche  a su pueblo por el campo de Almería; podemos imaginarnos una tierra seca, una luna en creciente o menguante, algunos arbustos. En cierto punto del camino -aún no se divisaban las humildes luces del pueblo- vio una mancha blanca; al acercarse comprobó que se trataba de un corederito, muy pequeño, probablemente de tan sólo unos días.
    Se lo echó a la espalda sobre los hombros, tal vez con idea de buscar a su dueño, o de comérselo, o de guardarlo como mascota, aunque en el tiempo en que sucedió esta historia aún las mascotas no estaban de moda. Continuó caminando; pero poco a poco notaba que el corderillo pesaba más y más, en un momento dado ya exesivamente. Miró hacia abajo y vio que las pequeñas patas del cordero habían crecido desmesuradamente y llegaban hasta el suelo.
    Miró luego, con una sacudida, hacia su hombro derecho, donde se hallaba la cabeza del cordero; éste abrió la boca, que estaba llena de fuego, y dijo con una voz que a veces oigo en mis pesadillas: "Mira qué dientes más bonitos tengo."
    El pastor, o labrador, soltó el animal o lo que fuese y salió corriendo como alma que lleva el diablo. En el lugarejo donde vivía le interrogaron y, después de mucho hacerse rogar, tuvo que contar a regañadientes la historia. En los pueblos enseguida le echan a uno fama de loco.

Dos palabras sobre la gnosis

Notas sobre esta nota
-Me baso para esta temerosa y vulnerable nota, principalmente, a) en la de Borges "Una vindicación del falso Basílides", b) en la generalidad de la obra de Evola-que, creo, no habla expresamente de gnosticismo, al menos en las obras suyas que yo conozco-, autor cuyo "reaccionarismo" no resta (1) valor y peso a su labor intelectual, y c) en una serie de libros sobre la cuestión, unos más dudosos que otros, que he leído desde mi adolescencia. La mayoría de lo que aquí diré es harto sabido, y se ha dicho mucho mejor antes; pero si dejáramos de escribir porque lo que vamos a decir se ha dicho antes y mejor, quedarían muy pocos que escribieran, y quien ésto escribe no sería uno de ellos.
-La presente nota, si a alguien va dirigida, no se dirige a los que se hallan en el mundo como en su propia casa (que son muchos más de lo que a primera vista parece). Tampoco a los creyentes ortodoxos, que declaran -no sé si creen- contra viento y marea que el mundo está bien construido, y que todo, el dolor, la pérdida, la impotencia, la muerte, lo entenderemos alguna vez.

..............................

                   Como es bien sabido, hubo en los primeros años de vida del cristianismo hombres superiores, hasta cierto punto herederos o parientes lejanos del zoroastrismo, que encontraron que la visión, o idea, de un dios sabio, bueno y todopoderoso se conciliaba mal con el mundo tal como se da a la experiencia directa, y aun a la posterior reflexión serena que los acontecimientos cotidianos no consienten en su momento. No sabían comulgar con ruedas de molino. Conjeturaban, como los católicos ortodoxos, que existía un dios único, pero, al contrario que ellos, quisieron entenderlo, en la medida de lo posible humano; de ahí la palabra gnosis (conocimiento) opuesta a pistis (creencia o fe); actitud, esta última, que sin embargo no consideraban inválida- para quien se contentara con ella. Dado que, de existir dios, sus designios son inescrutables, el intento -heroico, como lo califica, con su característico mot juste, Borges- no podía por menos de producir concepciones y cosmogonías extrañas y aun estrambóticas, por no decir carnavalescas; lo que no resta seriedad, dramatismo y nobleza al intento en sí. Otros lo llamarán soberbia o audacia... Los amantes de las palabras sabemos poco más o menos para lo que sirven y para lo que no.
Evola resume o esquematiza, en una de sus obras, que para concebir (o inventar) la divinidad existen dos métodos: el inductivo y el deductivo; mediante este último, se postula un dios con unas determinadas características, y ex post se procura, con mayor o menor fortuna, acomodar lo que sabemos del mundo a esa idea: es lo que han hecho (lo que han intentado hacer) los católicos, entre los que crecí para bien y para mal (2).
Por el contrario, el método inductivo parte de la experiencia de lo que es la existencia o la vida en la realidad, en la experiencia, propia y ajena, y de ahí infiere las características de la hipotética divinidad (lo que a primera vista parece más racional, y racionalidad era lo que pedían los gnósticos); de ahí las divinidades tripartitas del Indostán, con su aspecto creador, conservador y destructor. De ahí las divinidades sobreabundantes, barrocas y hasta excesivas de cabezas, de brazos y piernas, que tanto motivo de diversión proporcionan a nuestros ignorantes, cuyo nombre es legión. De ahí, también, las variadas cosmogonías gnósticas.
No recuerdo y no importa qué autor antiguo, no refutado eficazmente hasta ahora, que yo sepa, observó que, siendo el mundo como es, uno de los tres atributos que la teología ortodoxa atribuye a Dios se contradice con los otros:
1.- O bien es sabio y omnipotente, pero no bueno.
2.- O bien es bueno y omnipotente, pro no sabio.
3.- O bien es sabio y bueno, pero no omnipotente.
Cierto es que en más de dos mil años de cristianismo ortodoxo, vale decir, en este contexto, católico, éste ha elaborado respuestas para todo (de las que muy pocas son convincentes). Cierto es, también, que los católicos se empeñan en explicar el mal como prueba para la fe, o incluso renuncian a explicarlo, suponiendo que todo se les explicará, o se nos explicará, a su debido tiempo.
Pero los gnósticos querían, ansiaban (y continúan ansiando), saber, no creer. De ahí el nombre que a sí mismos se dieron.
Concibieron, en la herejía basilidiana que Borges resume con su conocida maestría, unas sucesivas emanaciones de Dios que, como toda emanación, se hacía más leve y difusa a medida que se alejaba de su fuente; de la última de estas emanaciones (3) procede el mundo, lo cual explica las características de éste que todos conocemos. Otras cosmogonías gnósticas son aún más pintorescas. Postulan un demiurgo infantil, o -por el contrario- senil, o torpe, o que abandonó su obra a medio hacer...
No hay, sospecho, quien no haya sentido, esporádicamente o como experiencia constante, que el mundo es caos, naufragio, mala factura, chapuza, fracaso, boceto.
Dado que este sentimiento es eterno, incluso en los que niegan experimentarlo, a la gnosis parece esperarle una larga vida (4). Cierto que las cosmogonías urdidas por esta línea de pensamiento -o de desesperanza- son ligeramente indigeribles para la irracional, pobre y soberbia racionalidad de nuestros días; pero, ¿son más racionales los dogmas de hoy, ante los que la mayoría se inclina? ¿Es más racional imaginar que el ser humano desciende del mono, o que la estatuaria griega, la obra de Flaubert, Winona Ryder proceden de una bola de materia muy compacta que estalló hace miles de millones de años?
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(1) Quizá añade
(2) Desde muy niño quise -y desde muy niño no pude- compartir la idea de un ser providente, aunque no fuera más que por respeto y amor a mis mayores.
(3) 365, según la nota de Borges; probablemente un número simbólico, como el siete o el cuarenta en la Biblia.
(4) No hace demasiado tiempo que oigo hablar de un renacimiento de la gnosis; me extraña, ya que no sabía que hubiera muerto.
_________________

domingo, 29 de agosto de 2010

El arbolito chino

Al arbolito chino
hoy he vuelto a darle de beber.
No le di de beber en todo agosto
(nuestra melancolía
no acaba con nosotros solamente).
Aún le quedan
algunas hojas verdes.
Quizá viva.
Hoy he vuelto a regar el arbolito chino.
Mañana lo volveré a mirar. Quién sabe.

Epitafios

De un embustero

Nunca en sus días nada cierto
dijo este hombre increíble:
no le lloréis, que es posible
que ni siquiera esté muerto.

De un hijo de puta

Yacen aquí los despojos
del más grande hijo de perra;
no se descuide la tierra,
o le sacará los ojos.

De un misántropo

Nunca en ningún ser humano
pude encontrar nada bueno.
Feliz cena ésta que ceno
a solas con el gusano.

sábado, 28 de agosto de 2010

Cómo maté a Billy the Kid

Mi nombre no importa; la historia, o la historieta, me conoce como Pat Garrett, nombre que no era el mío verdadero, como el de casi nadie en aquel entonces y en aquella frontera.
Mi infancia no fue feliz ni infeliz. No tenía tiempo de pensar en felicidades; había mucho quehacer en la pequeña granja. Un pastor, mucho más tarde, me enseñó a leer, pero no a escribir, cuando ya tenía yo treinta y dos años.
Una tarde, casi de noche, un caballo se rompió las dos patas delanteras. Mi padre fue a la casa por un arma larga, y le descerrajó un tiro en un ojo. Yo le pregunté, con miedo (yo temía a mi padre): ¿No era mejor que siguiera viviendo, aunque tuviera las patas rotas? Mi padre no respondió ni me miró, pero negó con la cabeza. A mí me asombró que, de alguna manera, se hubiera dignado contestarme; no era su costumbre.

No recuerdo cuándo ni cómo conocí a Bill Harrigan; sería una tarde de tantas, en una taberna de tantas. Nos miramos, y cada uno entendió que era preferible no tener problemas serios (y todos los problemas lo eran en aquel entonces) con el otro. Me convidó a unas copas y hablamos de armas, de animales, de bebidas y de pistoleros. De mujeres no hablamos. Me incomodó, desde el primer momento, detectar en él una de mis características más íntimas y ocultas: no era capaz de sentir, ni placer, ni disgusto, ni miedo, ni confianza; acaso por éso mostraba lo que los demás tenían por coraje, y que yo sabía era locura, o indiferencia.
Competimos amistosamente en beber, en ganar al póker, en número de prostitutas usadas, en disparar, en no dormir.
Una noche, al cabo de una juerga de dos o tres días en un burdel de Ciudad Juárez, salí a mear y tomar el aire, y encontré a Bill de pie, mirando un cactus. Se volvió, me sonrió -con la mirada absolutamente vacía de siempre- y me dijo: "Mátame". "No", dije yo. Volvió a decirme que le matara, y yo me negué por segunda vez.

No sé qué circunstancias me llevaron a ocupar el cargo de sheriff de Fort Summer; supongo que nadie había por allí más cansado de infringir la ley que yo, y al tiempo tan hábil con el revólver. Tampoco esa habilidad era un gran mérito, teniendo en cuenta que yo no probaba el alcohol y en el pueblo quién más quién menos andaba siempre borracho, la mayoría con muy buenas razones.

Una noche negra y amarilla -yo ya sabía que me estaba muriendo- Billy regresaba al pueblo, al paso de su caballo, por la única calle; yo estaba sentado en una mecedora, y pensé oscuramente que, de amigos y hasta de semejantes, sólo a mí me tenía aquel muchacho. No sabía cuánto podía durar yo, pero sólo esperaba que la muerte no fuera dolorosa; para mí que ya había vivido demasiado.
Saqué de la funda el revólver cargado, sin prisa, y casi sin apuntar le disparé. Bill saltó hacia atrás como si alguien le hubiera dado un empujón brutal.
Estuvo agonizando varias horas sobre el polvo. Nadie le miró, ni siquiera desde atrás de las ventanas. Yo no me acerqué a rematarlo, en parte por precaución, en parte porque ya había hecho lo que tenía que hacer.
No sé por qué maté a Bill; no me movió el afecto, ni mucho menos su petición, de hacía ya mucho tiempo. Creo que recordé el caballo sin remedio que había despenado mi padre aquella tarde-noche.

(Basado en la "Historia universal de la infamia", de J. L. Borges)

Un poema improbable










                  Yo quisiera llenar de libélulas mis versos,
de éteres, de absentas, de delicados tonos
pastel del alma
-que en primavera se van a llevar mucho-,
de estrellas cuyo nombre ya no aprenderé nunca;
introducir espléndidas esdrújulas,
ambiguos sentimientos
que no saben a qué carta quedarse,
enigmas, indecisiones malva y rosadas tristezas.
Pero soy carne de cemento, de metropolitano,
de bar con aserrín para los vómitos,
de ambulancias veloces estridentes,
de cuadrados de tierra donde antes hubo un árbol,
y sólo he visto los álamos de lejos
(si eran álamos),
y de lejos conozco las rosas y la hiedra.
Sin ironía lo digo, y con envidia:
apenas sé hablar más que de cosas
a ras de tierra,
y gracias.
Sé (me dicen que sé)
escribir imitando a Borges o Machado o Quevedo
(que no es poco)
y se me escapan, lo sé perfectamente,
otras numerosísimas tonalidades.
No descarto
que algún día (casualmente) por mi ventana entre
la Musa de un poema más ligero
que se alimente de leves arcoiris
y respire nenúfares flotantes
en estanques alfombrados de limo.
Pero es harto improbable:
porque todo quiere ser lo que es,
como dijo Aristóteles
(si hoy no me traiciona la memoria)
y yo soy carne de cemento, de cuadrados en la acera sin nada
donde antes hubo un árbol,
de metropolitano,
de bar con aserrín para los vómitos.
Mojo mi pluma en alquitrán y prisas,
en ruedas reventadas y amigos que se mueren de cáncer,
en urgentes teléfonos y papeles clonados de oficina.
Y admiro a quienes saben
mojar su pluma en lágrimas de hada
o unicornio.
Pero quiero ser yo, y ellos ser ellos,
o mucho me equivoco...

Vahiné no te tiare


Espléndido óleo y trementina lúcida
luces-color que retrotraen al útero (soñado)

y un paraíso -más bien imaginario-
de improbables simplezas primitivas;
muchachas de trece años,
opio y frutas granate;
dolor
y músicas extrañas; grabados
japoneses, faldellines y sífilis y verde
y verde y verde
peleas con Van Gogh demasiado turbado y perturbado
incluso para ti (oreja seccionada,
prostituta aterrorizada, gritos)
campesinas bretonas que ven la lucha de Jacob con el ángel
(recatadas)
al salir del sermón (muy largo)
uñas largas sucias de óleo y tierra que huelen a
noche de amor aún
tu odio al Creador (que significa que te fiabas de Él
al principio)
alcohol alcohol alcohol
y opio
comerciante frustrado incompetente
(los pintores no saben ser tenderos)

fotografías sepia de un hombre verdaderamente feliz
-sin saberlo, nadie que lo es lo sabe-

mujeres y mujeres y mujeres
sus muslos, sus axilas, su voz de perla rota
y calor tropical y sudores y fríos
amaneceres y atardeceres rojos entre los brazos frescos
de vahiné
alcohol y opio
y óleo y trementina y fiebre

Paul Gauguin
Dios al que no querías
te haya en Su santa gloria.

Borgiana

Existe algún guerrero en mi linaje
que hace tiempo que regresó a la tierra;
por él -supongo- muestro en esta guerra
no demasiada falta de coraje.
Y existe en mi linaje algún marino
(ni siquiera su nombre me ha quedado)
que me acompaña sobre el encrespado 
y tormentoso mar de mi destino.
De su sangre ser digno yo procuro:
luchar y navegar como lo hicieron,
y no desmerecer de ese pasado,
por más que el mar esté contaminado
y el campo de batalla hoy sea oscuro,
a un punto que ellos nunca conocieron.

viernes, 27 de agosto de 2010

Ocurrencia

Escribo, como todo aquel que escribe,
para el lector, y guardo en el tintero
lo que por doloroso y verdadero
no se puede contar mientras se vive.
Intento alguna estrofa placentera,
pero mantengo a raya los feroces
recuerdos, y mis culpas, y las voces
que me dicen: cuenta la vida entera.
¿Habrá alguno que escriba, que en su lecho
de muerte pueda sin error pensar:
dejé escrito todo lo que sabía?
Es posible... De mí, sé declarar
que guardo lo más oscuro en mi pecho,
por no hacer más oscuro aún el día.

Madre

Un hombre debía endurecerse, no podía ser un sentimental. (John LeCarré, The looking-glass war)



Érase una noche templada, casi fría,

aunque corría agosto o septiembre,
en aquel pueblo de verano todo agua y verde y menta.

Sonaban las chicharras o los grillos, no lo sé
(uno es carne de asfalto y por ende ignorante).

Habíamos cogido un perrito que iban a matar
(al final fue lo mismo, pero éso es otra historia).

De madrugada cantaban en el patio,
y mi sueño siempre ha sido ligero y desperté.

Mi madre había oído al perrito-bebé llorar de madrugada,
y en camisón lo mecía en el patio
(eran las cinco, si no recuerdo mal),
mientras cantaba para consolarle.

Yo supongo que me tomé un café
y a media mañana volvería a dormir,
mientras ella seguía con sus tareas.

Ya se sabe, esas cosas que hacen las mujeres
que no trabajan:
la comida, lavar, preocuparse por todos, cuidarse de la compra,
consolar a los hijos...

El perrito-bebé anduvo por allí, y alguien en mitad de la noche
se ocupó de su miedo y de su desamparo
y le hizo de madre y fue la madre.

(Al final fue lo mismo, pero estaba cantado
y es otra historia y demasiado triste incluso para mí).

Padre

Pasó, padre, a aumentar el entendernos
el número de cosas ya imposibles;
ahora no estás, o estás en invisibles
regiones donde no podemos vernos.

Y sé que me querías, y yo te amaba
tanto a ti, pese a las desavenencias,
y al hondo divergir de tus creencias
con las que a mí mi tiempo me dictaba.

Ahora no estás; como siempre, la vida
se mostró avara, la muerte, temprana,
y te fuiste, y ya nunca nos veremos;

pero soy tú; la abrupta interrumpida
conversación prosigue; una mañana,
tarde o temprano, nos entenderemos,

y los dos, padre ausente, lo sabemos.


¿El soneto......? ¡Pero si es muy fácil!

Un soneto me manda hacer Violante...

No es arduo componer el tal soneto:

se ensamblan cuatro versos -recordando
la estructura AB-BA-, rimando,
y ya tenemos el primer cuarteto.

Atáquese el segundo; con respeto
al lector; con mesura; procurando
que lo que van los versos declarando
suene, si no sublime, sí discreto.

Ahora, ya sólo faltan dos tercetos,
y quien se pone a ello los escribe,
poniendo corazón, quitando miedo.

(...............................)

Claro, que hay muchas clases de sonetos...
(No es lo mismo el latón del que suscribe
que la plata bruñida de Quevedo).

jueves, 26 de agosto de 2010

Sólo para sus ojos

Querida Josefina: Le envié una larga contestación a su gratísima carta, pero me falló el servidor de correo (Ley de Murphy). Lo he intentado con otro. Imprimí sus escritos para comentarlos, ya que usted quiere, aunque donde usted sabe le comenté brevemente "La figuereta" como una especie de poema en prosa encantador y muy bien escrito, que me agradó mucho. Como un higo fresco de ésos que robábamos de chicos en verano. Pero lo haré más por extenso, si el nuevo correo me da resultado.

Me llamó la atención que me dijera que no podía dejar comentarios aquí, y me fui a a comprobar que tenía habilitada la función de poder comentar los usuarios anónimos. No la tenía habilitada.... Hacía años que no abría un blog. De todos modos, la he "inscrito" a usted, personalmente, como autora invitada del blog, de modo que pueda escribir en él lo mismo que yo.

Disculpe que tardo tanto tiempo en responder a sus amables mensajes. La tiene presente y le envía el más afectuoso saludo su agradecido

Elías F. Gómez García

Para llorar

No conviene llorar; una vez que se empieza, es prácticamente imposible detenerse durante la primera media hora; se produce una congestión de la nariz y de los ojos, y un como atragantamiento; se suele moquear más o menos abundantemente; en el mejor de los casos, se ofrece una imagen de debilidad -llorar continúa estando mal visto se quiera o no, salvo ocasiones puntuales; sobre todo si uno es un hombre; se permite en nuestro caso que una lágrima o dos se deslicen por su cuenta por la cara, pero como desentendiéndonos de ellas: pura reacción psicofisiológica a la situación dada, éso no tiene nada que ver conmigo. Llorar, llorar de verdad, como las cosas lo merecen y a todo trapo, está mal visto-. Y en el peor de los casos, podemos asustar a los seres queridos que tenemos cerca.
Pero dado que, ante determinadas circunstancias -incluso del pasado, incluso otras que han permanecido ahí toda la vida, y continúan, y habitualmente las sobrellevamos mientras trabajamos, paseamos y comemos-, ante determinadas circunstancias es preciso llorar, cabe organizarse un poco: digamos, reservar un día al mes para hacerlo. Si se vive solo y no se esperan visitas, no hay problema. Si no se vive solo, puede darse uno un paseo por algún barrio alejado o zona boscosa, o solitaria del modo que sea, y esa única vez al mes (por discriminación positiva, caba ampliar en las mujeres a dos veces al mes) llorar por todo aquéllo por lo que hemos estado conteniendo el llanto que nos pedía el cuerpo el mes anterior. Se recomienda evitar gestos que puedan degradarnos posteriormente a nuestros propios ojos, como arrancarse el cabello o dar puñetazos a la pared o los árboles. Por tratarse de una (o dos) veces al mes, no nos pondremos límite de tiempo, y daremos a los seres queridos una explicación más o menos creíble de por qué hemos salido. Volveremos a casa tras un tiempo razonable de espera tras la crisis, a fin de que nuestro aspecto se recomponga al menos en parte. Si alguien nos pregunta por él (por el aspecto) hablaremos vagamente de algún catarro.
NOTA: Se recomienda también la lectura de "Instrucciones para llorar", de Julio Cortázar.

miércoles, 25 de agosto de 2010

En busca de la popularidad

          Después de un detenido estudio de quince años y muchas horas de reflexión, concluyo que "Los Simpson" es la serie de televisión en la que TODOS los personajes son idiotas, menos el principal, que es un malvado. Es cierto que algunos lo son sin excusa alguna, como Homer, mientras que a otros, como Marge su esposa, puede servirles de atenuante calificado, si no de eximente, lo agobiante y numeroso de las tareas a las que se ve sometida debido al papel que le asignó desde niña la sociedad. Tener niños, preparar comida... Y algunos son tan idiotas, tan absolutamente y sin remedio idiotas, que incluso son creyentes. Es una de las series de más éxito en España y quizá la que lleva más tiempo en antena, frente a la casi igualmente exitosa "Perdidos" y otros vampiros, que han acabado finalmente por desprenderse de la pantalla.

Relaciones peligrosas

Dime con quién andas...


Miro los libros en sus anaqueles
—cartón, signos, dorados y sentencias—.
Contemplo esas inanes inocencias,
ese bosque confuso de papeles.

Difuntos coronados de laureles
nos legaron, en vanas apariencias
de saber, sensaciones y creencias
ya marchitas a las que fuimos fieles.

Mas la vida es la calle, no es el arte,
el campo hasta donde la vista alcanza,
los otros, que me dicen lo que valgo.

Nada aprendí del ingenioso Hidalgo,
ni del romo y panzudo Sancho Panza;
porque la vida estaba en otra parte.

Robinson

Al cabo de veinte años, un barco mercante extraviado encalló en la isla y rescató a Robinson. Robinson exultaba de alegría; sus ojos se llenaron de lágrimas, abrazó a sus salvadores, y como pudo —pues casi había perdido el don de la palabra— les declaraba su agradecimiento, y no entendía por qué se apartaban de él con horror y repugnancia, hasta que vio en un espejo sus greñas, su rostro cuarteado por el sol y la lluvia, su mirada de fiera, y percibió su propio hedor y miró sus manos como zarpas, y comprendió que tardaría mucho, mucho aún en ser de verdad rescatado.

A un amigo muerto

In memoriam G. C.



A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero...



Qué desierto está el mundo, amigo mío,
desde que te cubrió el polvo postrero;
cómo al pensarte el viento, lastimero,
azota mi ventana; cuánto frío.


Qué vacío dejaste, compañero,
en mi vida; qué estruendoso vacío.
¿Con quién hablaré ahora? ¿En quién confío?
¿Por qué tuviste que partir primero?


Cuando visito tu última morada
dejo sobra la losa, dolorido,
una flor y una carga de tristeza;


después me voy, llevando en la cabeza
esta triste pregunta ya gastada:
¿a quién tengo, desde que tú te has ido?

Querido diario

Hace un calor como el de Madrid: sin piedad, pero seco. En la calle aún de verano las mujeres son hermosísimas, pero ya no es mi problema, sino el suyo. Hoy me quedo más tiempo, de modo que me he traído una mochila con sandwiches de crema de cacahuete, un huevo cocido, unas salchichas y un plátano. Café también. Creo que todo ello está prohibido en algún sitio, pero hasta que no me digan el número del BOE y la disposición concreta, yo sigo. El Ministro ha dicho que aquí no ha pasado nada, así que estoy tranquilo. La EPOC avanza a paso regular, sin prisa, pero sin pausa. Fumo donde puedo: a veces los  jefes hacen la vista gorda, a veces no están, incluso. Siempre hay dos o tres ceniceros escondidos por alguna parte. En este nuevo fascismo, como en el antiguo, se dejan válvulas de escape, para que el sistema no reviente por exceso de presión. Recuerdo cuando mi lugar de trabajo era como mi hogar: me traía plantas, cuadros; llegué a traerme un trapo y un bote de líquido limpiador para las mesas y las ventanas (¡se lo juro!); ya no; ahora es como cualquier otro lugar de trabajo: el lugar donde tiene uno que venir para "ganarse el sustento". Ya no es otro hogar. Pero han cambiado tantas cosas, que no sé a qué atribuir esa pérdida de carácter de morada. Todas ésto hubiera debido contarlo en "La puta covacha", el otro blog, pero lo suprimí cuando me di cuenta de que apenas podría con uno.
¿Y cómo ilustrar? Ponía en el blog antiguo (those barren leaves) fotografías estupendas de un fotógrafo italiano que un día me pidió por mail que las suprimiese porque tenía problemas legales con una de sus modelos. Lo que más se teme, siempre ocurre, decía Cesare Pavese; pero lo que menos te esperas, también suele ocurrir. Te vas a buscar algo y en todas las imágenes te avisan de que pueden tener copyright. De modo que no sé si no ilustrar nada o ilustrarlo todo.
¿Y para qué escribir? ¿Por deber? ¿Por placer? No sé. "...vivía porque había empezado a vivir", dice Sartre en "Les mots". Será éso. O porque escribir es un modo de hacer el amor. Con las palabras. Y ya se sabe que el instinto de hacer el amor es el más fuerte, tras el instinto de supervivencia. Y aquí me tienen, jodiendo.

domingo, 22 de agosto de 2010

Odalisca

Bajo el vestido rojo de brocado
dos redondas palomas enfadadas
no se miran, de nácar, rematadas
por dos cerezas de color morado.
Magníficas, las piernas perezosas
invitan al amor violento y plácido,
a quemarse en el fuego dulce y ácido
en que se justifican tantas cosas.
El cabello, negrísimo, dejado
a su albedrío, acaricia las lomas
de los hombros de línea delicada.
Pero no te esclavizan a su lado
sus muslos, su cabello o sus palomas,
sino la languidez de su mirada.

Dejad dormir al niño

Dejad dormir al niño que dormido
ignora que al final está la tierra,
y que antes del final está la guerra
para luchar y ser al fin vencido.
Dejad dormir al párvulo que ignora
 que tiene su andadura prefijada,
y ya marcado el ritmo y señalada
 la senda hasta la más pequeña hora.
Tiempo tendrá de ver que en este mundo
rodamos sobre herrumbrosos raíles
y que no somos libres ni queridos,
 que nacemos en celdas recluídos
y en las flores de todos los abriles
 siempre se encuentra un bicho nauseabundo.

Para escribir

No sé cuál es el secreto, aunque (copio a Borges) "nada me cuesta reconocer que he logrado alguna página válida". Sin embargo, puedo dejar a la posteridad mi opinión sobre lo que creo que no es el sereto. Por ejemplo, no consiste en relatar cosas maravillosas; se me dirá y es cierto que García Márquez y Cortázar lo hacen, pero lo hacen con su prosa, que es lo importante. Después de todo, ¿de qué "trata" Madame Bovary? De una mujer que le pone los cuernos a un marido aburrido, vaya cosa. ¿Y el Quijote? De un hidalgo arruinado al que se le va la olla. Pues vaya. Y sin embargo, nadie sale igual que estaba de la lectura de esos libros (el que sea de ésto de leer, claro). Tampoco está el secreto en utilizar palabras raras, rebuscadas, insólitas. Pienso con Julio César que lo que puede decirse con palabras corrientes no debe decirse de un modo extraño, y no debe obligarse al lector a echar mano del diccionario (con lo que además puede quedarse uno sin lector). Si algo distingue al buen escritor del malo, es que al primero se le entiende todo. Ésto sé, ésto les cuento por si les sirve, de nada, gracias a ustedes por leerme.

Las palabras

Brotan las palabras, se deslizan y besan. A pesar del tictac del reló (todas hieren, la última mata), a pesar de la espalda y el espíritu rotos, se deslizan y humedecen la tierra. No producen agua estancada, ni subsecuentes mosquitos, nunca. Brotan, gritan, bajan la voz si pasa el enemigo, pero retoman el tono anterior. A veces cantan, de sólito en el crepúsculo de la mañana o de la noche. Pese al rigor de los cambios climáticos, de la noticia de padres de familia en la puta calle, de los muertos que promete el nuevo bichito que aún no se ha caído de la mesa, inexplicablemente las palabras salen, brotan, se manifiestan: ¡Eh, que estamos aquí, vivas y coleando! A veces se organizan en estrofas, a veces son blasfemia o improperio o susurro, y aun requiebro o fórmula de una situación dada. Las palabras brotan, gritan, pese al recibo de la luz y los sórdidos rencores del día a día, las palabras besan, susurran, gritan, siguen brotando, nadie sabe lo que dirán mañana, ni siquiera la roca calcárea antigua de la que manan. Las palabras milagrosas, vivas, vivas por su cuenta, siempre, siempre (también) más reales que las cosas que nombran, bichos malos que no hay quien mate, hermosas, hijas de la gran puta, las palabras.

In memoriam

Peor que las pesadillas del alcohol y del opio
era la pesadilla de tratar con la gente.
¿Me equivoco? No creo. Mejor mesas prestadas
para escribir, y noches amigas de silencio.
Metzengerstein, Ligeia, nacieron de esas noches
en las que con horror huías del ser humano
hacia mares extraños, tumbas y Casas Usher
que caían de pura ruina como tú mismo.
De día... Qué remedio. Soportar muchedumbres,
ganarte el pobre pan de cada día escaso,
y soñar que sacabas los ojos de cretinos
que en tu literatura rebajabas a gatos.
¿Me equivoco? No creo. Lo peor: el ser humano.
¿no es cierto? ¿no es verdad? La peor pesadilla,
escuchar el rebaño balando diariamente,
trazar los arabescos que sólo tú entendías.
El hedor espantoso del mono cotidiano,
el hedor de su aliento y sus palabras necias,
gruñido prehistórico que te desesperaba
y estaba siempre ahí, horror ineludible.

He vuelto a ver tu rostro en no sé qué pantalla.
Descansa en paz, hermano de desesperaciones.

Huesos










Me toco la barbilla y hay de cierto
algún hueso debajo en la barbilla,
y en la mano que escribe y la rodilla...
está claro que yo voy para muerto.

¿Y qué? No está tan mal ser calavera;
algo seré por fin que no varía,
cuando antes o después me llegue el día:
¡identidad al fin, aunque postrera!

¿Quién soy mientras no soy ese esqueleto
que usurpará un rincón del cementerio
y llorarán algunos unos días?

No lo sé: un constructor de naderías,
un dilettante escribidor muy serio,
un nadie que no sabe parar quieto...

Borgiana

Cuando se despertó, no solamente el dinosaurio ya no estaba allí, sino que habían desaparecido también unos cigarros de Trichinópolis y unas rupias de plata.

sábado, 21 de agosto de 2010

Fichas sueltas

Todo poeta es un extrañado; pero no todo extrañado es poeta.
Julio Cortázar

Leemos, sobre todo, para no pensar.
Aldous Huxley

El budismo sostiene que el Univero entero es vacuidad, y también el libro que lo declara y el hombre que lo lee; tiene plena razón en lo que se refiere a este libro.
(Borges, en la introducción a Historia universal de la infamia)

El falso Aleph







Ambula ab intra.
        Corpus Hermeticum




Esa caja cuadrada donde habitan
y se agitan los hombres y las cosas,
las más horribles y las más hermosas,
y cambian, y se turnan, y se agitan,

esas gentes que cantan o que gritan,
o relatan aventuras tediosas,
o falsas travesuras amorosas,
y tus minutos preciosos te quitan,

no son el mundo, son un falso mundo,
seductor como el diablo, mentiroso,
imagen embustera de la vida.

En tu sangre la esfera está escondida;
en el fondo del corazón profundo
está el mundo, radiante y tenebroso.

Elena

Por ti he sabido que es buena la gente,
Que hay calles anchas y fuentes y jardines,
Por ti he sabido que existía el mundo,
Y que era un hombre y que podía salvarme.
Por ti he salido de la cueva rocosa
Donde pasé mi triste adolescencia,
Por ti mi madurez es llevadera,
Y hasta feliz, y escribo y río y pienso.
Por ti la muerte no pudo conmigo,
Por ti la vida me ha ganado, y vivo
Por ti.
Por ti he salido al mundo,
Por ti sigo escribiendo, mi musa me acompaña
Por ti, y tiene tu cara y tu voz y tu risa.
Por ti he tenido amigos,
Por ti he sabido que ésto merecía la pena,
Por ti me dan respeto la vejez y la muerte,
Por ti nunca me he dado por vencido.
Por ti no pudo conmigo la locura,
Por ti reluce el sol a todas horas,
Por ti tengo ganas de levantarme.
Por ti mi pan y mi agua son manjares,
Por ti creo en el hombre vagamente,
Por ti la vida ya no es una sombra
O una zanja con barro ensangrentado.
Por ti es ancho mi mundo,
Por ti me salvo, por ti me conservo,
Por ti quiero curarme,
Y ser mejor y resisitirlo todo.
Y si algún día soy alguien o algo,
Será por ti.
Y no podré yo merecerte, nunca.

viernes, 20 de agosto de 2010

Se hace lo que se puede

Dices que hago sonetos como churros,
y algo de razón tienes, lo sospecho;
pero no te lo tomes tan a pecho:
ha de haber soneteros y haber burros.
Jódete  si no sabes construirlos,
ni aun como los míos, regulares;
mas porque sean muchos, o vulgares,
no me digas que deje de escribirlos.
Que de todo ha de haber en este valle:
prosa y verso, lectores y leídos,
tontos, listos, cobardes, animosos...
No me pidas, Platero, que me calle
porque son mis sonetos numerosos;
di, si acaso, que estén mejor pulidos.   

Desdén


Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados...

                     Gutierre de Cetina






Violante, me miráis con tal mirada
que meditar me hacéis si os he ofendido,
y buscar en el tiempo transcurrido
por ver si hallo la ofensa no buscada.

Y no encuentro palabra indelicada,
ni gesto inadecuado o desmedido,
ni saludo tal vez inadvertido,
ni misiva quizá no contestada.

Si así habéis de mirar, señora mía,
mejor no me miréis aunque me muera,
pues busco en vos dos gotas de alegría,

y me miran, señora, vuestros ojos
como si -triste- mi persona fuera
fuente y mina de todos los enojos.

Adivinanza

Entre el vivir y el soñar
hay una tercera cosa.
Adivínala.

                        Antonio Machado


jueves, 19 de agosto de 2010

Génesis

¿Cuáles son los inconvenientes de un blog literario? Se me ocurren muchos. ¿Las ventajas? Muchas también, pero una muy importante en comparación con un taller literario (si alguna vez leí una contradicción en los términos, es lo de taller literario): en un blog ofreces lo que has escrito para que el que quiera lo lea y el que no, no, y cada uno declare lo que le gusta y lo que no, si lo quiere declarar. Pero tú no estás obligado -como en un taller literario- a comentar los productos (y disculpen el lenguaje marxista) de los demás. Es incómodo, es inútil, no tiene sentido, se le presupone a uno una soberbia que acaso no tiene. Puedes desanimar a un futuro escritor al que sólo le faltan unos hervores, o por el contrario, por cortesía, darle alas a un personaje que nunca -y no es culpa suya, naturalmente- podrá escribir una frase que suene bien o signifique algo. Y encima hay que leerlos, claro.
Comentar lo de los demás.... ¿en base a qué? Como no sea que tengan faltas de ortografía, y para éso no se comenta (que la aprendan), ¿en base a qué se comenta la literatura ajena? ¿En base a los gustos de cada uno? ¿A un canon? ¿A unas reglas? Las reglas van y vienen, los cánones son personalísimos, los gustos no digamos. Hay clásicos a los que personalmente no soporto, y escritores "menores" (como Isaac Bashevis Singer) que me parecen magistrales.
Escribir es una tarea solitaria (o un placer solitario, y a veces una tortura solitaria). Cada uno escribe lo que le parece, como quiere, cuando puede. ¿Qué es buena literatura? Pues para cada uno, lo que a uno le guste. Ya comprendo que el que viva de la crítica, o el que crea que su gusto tiene validez universal, será de otra opinión. Me da lo mismo.
Escribo, algunas de mis cosas han gustado, me siento hasta cierto punto obligado a dejarlas en la red después de haber creado y eliminado otros blogs, la blogosfera me lo pone fácil. Ecce homo. Pasen y vean, aplaudan o escupan o salgan de la carpa sin decir nada. El cliente siempre tiene razón. Los textos han de defenderse o morir solos.

Dolencia crónica

Durante años me tuve por gilipollas -opinión compartida por algunos de mis conocidos y familiares- porque prestaba, y por tanto perdía, los mejores libros de mi biblioteca. Así al pronto recuerdo "El halcón maltés", "El perfume" o "Las nieves del Kilimandjaro". Si me los devolvieran todos de pronto, no sabría dónde ponerlos.
    Más tarde, manuales de astrología e  incluso libros serios me revelaron que mi destino era recibir y transmitir información. Mi padre pensó siempre, o al menos decía, que habíamos venido al mundo para cumplir una misión, lo cual no le impidió ser un bon vivant en la medida, claro está, de sus posibilidades.
    El hombre no suele ser lo que él cree; el hombre está en sus actos. Quizá prestando -y perdiendo- mis mejores libros yo estaba cumpliendo el antiguo mandato de la sabiduría: "Que las acciones de cada uno le pertenezcan".
    Sé de otra posible razón, excesivamente vanidosa: en alguna parte de mi tenebroso mundo interior algo me dice que, de ser necesario, yo podría reescribir "El perfume", "Las nieves del Kilimandjaro" o "El halcón maltés". Con este pensamiento me consuelo de esas pérdidas.
    Por lo demás, eran sólo libros. Papel, tinta de imprenta, polvo, aventuras y pensamientos de otros, mientras la vida se escapaba entre los dedos. Tal vez la tontería, bien pensado, haya sido pasarme la vida leyendo, y tendría que terminar esta nota como la comencé.

Celos

Envidia de no ser la dulce tela
que cubre tu rodilla:
celos del peine que peina tu cabello:
de la piel de ángel que cubre y que sostiene:
envidia de no ser ese pincel
que delinea tus labios:
el carmín que los cubre:
envidia de tu crema y tu perfume:
del cinturón que ciñe tu cintura:
del zapato que alcanza tu tobillo:
deseo de ser pulsera y pendiente y anillo:
rabia de esos objetos estúpidos e inertes
que sin saberte te abrazan y te tocan.