........................esta segunda inocencia
que da en no creer en nada.
Antonio Machado

sábado, 20 de noviembre de 2010

Decíamos ayer

                  En su nota -como él las llamaba- sobre las kenningar, Borges habla de su improbable o tal vez inexistente lector. Bueno, yo puedo hablar de lectores improbables (aunque para mí sin precio, cuando llegan), pero no inexistentes, puesto que llegan, o al menos éso dice el contador, e incluso alguno puede que alimente a mis peces. De modo que parto de la base de que lectores tengo.
                    Mantén vivo tu blog si no quieres que lo abandonen quienes te honran con su visita, aconsejan los gurús de la blogosfera. Pero no siempre tiene uno algo para escribir, aunque en un mundo tan informado (acaso demasaido) y lleno de sucesos es difícil no tener algo de qué hablar. Es más fácil, mucho más, que circunstancias ajenas a nuestra voluntad, es decir casi todas, no nos permitan una hora -¡una hora!- de tranquilidad para reflexionar, y media más para pasar lo reflexionado, más válido o menos, al blog.
                 Si cuando pueda regresar a este libro mío fantasmal no es ya noticia vieja, hablaría de las últimas ocurrencias de la RAE, que me irritan en la medida en que a mí me importa la RAE, es decir, en una medida mínima. Mientras la RAE exista, está en su derecho de hacer esas cosas, y los que escribimos para bien o para mal en el de hacerles más o menos caso.
                  Entretanto pasan los vendavales que a cada uno suelen tocarle en suerte, incluso a los grandes escritores relativamente ignorados, como, duermo, trabajo, me enamoro de quien no debería, me caliento, me enfrío, me mido con mis pensamientos cuerpo a cuerpo, procuro no recordar demasiado todo lo que sé. En el punto menos pensado del desierto estará el oasis. Aún tengo la vida.

lunes, 25 de octubre de 2010

Lo que pudo (pero no pudo) ser

En el ancho y sombrío camposanto
de mi memoria, en un rincón, discreta,
hay una tumba plácida y secreta
que voy a visitar de tanto en tanto.

Decansa en ella, niña cariñosa,
aquel amor que no atendió a razones,
porque lo que querían los corazones
lo impidió la cabeza temerosa.

Ay de nuestra sombría adolescencia,
ay de las precauciones y temores,
ay de tantos malgastados amores,
ay de la noche ardida de impaciencia.

¿Me recuerdas? Yo no puedo olvidarte,
y no quiero, por mucho que me duela,
y me imagino una tumba gemela
que tú visitas, en alguna parte.

domingo, 24 de octubre de 2010

Dime algo que no sepa

                   Escribió el afamado articulista, en su tétrico tono habitual, desde su melancólica torre, desde su espléndido aislamiento de la masa, desde su soledad excelsa repujada en las neblinosas tierras británicas, sobre los peligros innúmeros que se ciernen sobre los tontos que dejamos nuestros datos en Internet para que cualquiera se sirva de ellos. Y aludía entre otros al riesgo del ridículo, de que no nos tomen en serio, o incluso de que nos tomen a cachondeo.
                 Tenía razón en muchas cosas, pero en otras no. Ésto del ridículo... o de no ser tomado en serio... ¿Hay alguien a salvo? ¿Piensa el afamado articulista que todo el mundo lo toma en serio a él? ¿A Schopenhauer? ¿A Baudelaire? ¿A Borges?
                   Si lo piensa, se equivoca. Está errado, y a lo peor con hache, como decíamos en nuestra infancia. Nadie que aspire por principio a ser tomado en serio podría hablar o escribir nunca. Cabe ir más lejos: cabe pensar que mucha gente no se tomaría en serio a alguien que nunca hablara o escribiera. Risus abundat in ore stultorum, y de ésto sí que hay para todo el mundo.
                  Hablemos, escribamos si nos viene en gana; no hace falta que demos nuestra dirección ni nuestro número de teléfono, en éso el melancólico articulista tenía razón. Pero en una sociedad en la que se ha establecido la convicción, que dejaría con la boca abierta a nuestros mayores, de que el que nuestros votos en la urna valgan lo mismo significa que todos valemos lo mismo, siempre habrá alguien que no nos tome en serio. Y encima, si empleamos el tiempo libre en leer o escribir...

sábado, 23 de octubre de 2010

He soñado contigo

                  He soñado contigo, aunque no hubiera debido por muchas razones; pero sólo en los sueños somos libres, puesto que no están sometidos al imperio de la ética.
                 Estábamos hombro con hombro sentados, supongo que en alguna celebración, y de pronto apoyaste la cabeza en mi hombro y luego me abrazaste, y yo volví a sentirme joven,  y te abracé a mi vez, pero pensé: no, no, no te apoyes en mí, que no sabré protegerte. Ya lo ves. Ni a mi mismo he sabido protegerme. No soy para ti, no te apoyes en mí, no soy sólido, no soy el que buscas.
2030

El hombre es una pasión inútil
Jean-Paul Sartre

Soy el mundo. Aunque tú te hayas ido,
yo giro y giraré regularmente:
noche y día se suceden mansamente;
tu nombre se diluye en el olvido.
Se suma lo que fuiste -levemente-
a ese ingente glaciar de lo que ha sido.
Lo que más has pensado y has querido
ceniza y polvo son: perpetuamente.
Esas noches que sufriste despierto,
esas tristezas, esas albas bellas,
esos pesares y esas alegrías,
no son ya ni memoria de los días;
sólo quedan de ti unas pocas huellas
sobre la arena ardiente del desierto,

y aun esas huellas los vientos borraron:
nadie sabrá qué pasos las dejaron.

lunes, 11 de octubre de 2010

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero…
-la tarde cayendo está-.
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón”.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada”. 

Antonio Machado

domingo, 10 de octubre de 2010

Pesadilla

             Cada diez días es el mismo sueño. No sé dónde sucede; creo que es un hotel de Amiens, o de Colonia, o de Tetuán. Una mujer muy joven y muy hermosa, desnuda, sentada en una cama cubierta con una sábana roja, lee frente a mí, en una hoja de papel A-3, uno de mis poemas (no sé cuál). Tiene los ojos empañados y me dice: "Es precioso, es precioso..." Repite esta frase continuamente, con una pausa de algunos segundos, y sin decir ninguna otra cosa.
    Yo no me canso de oírla ni de mirarla, pero pasados diez años tengo que admitir algo de lo que me di cuenta al poco tiempo: dos o tres centímetros por debajo de la rodilla, sus bellísimas y largas piernas se transforman en patas que terminan en pezuñas de un marrón oscuro casi negro.
            Entonces tengo miedo y quiero salir de la habitación, pero la habitación no tiene puertas ni ventanas. Me doy vuelta para no mirarla; quiero estar en mi casa, con mi gente, escribiendo en la vieja mesa; busco mi bolígrafo y mi libreta, pero cuando miro mi mano veo que no está, que el brazo termina en la articulación de la muñeca. La muchacha no ha parado de repetir la misma frase. La miro de nuevo y veo que sigue igual, pero su cabeza está invertida, y las lágrimas caen por la frente y por el largo cabello rubio que se derrama sobre los senos.
            Me despierto físicamente enfermo, y con deseos de que mis compañeras falten al trabajo y esté yo solo y haya mucho  quehacer, y me doy una ducha helada y recorro todos los canales de televisión y me acuerdo de mi infancia, cuando rezaba.

jueves, 7 de octubre de 2010

                  El convoy

                   Leo en mi periódico por eliminación que se ha conseguido interceptar un pequeño convoy de solidarios que se dirigían a Mauritania, más o menos a la zona donde los últimos "cooperantes" fueron secuestrados, poniendo en serio riesgo sus vidas, teniendo en vilo a todo el mundo, dando armas políticas (y de las otras, vía dinero del rescate pagado) a Al Qaeda, metiendo en charcos a los Gobiernos legítimos de la zona y desprestigiando a toda cuanta ONG razonable y efectiva pueda haber, porque la gente irritada al final metemos a todos en el mismo saco.
                    Asombra pensar la cantidad de gente que quiere sus quince minutos de gloria aún a costa de que la maten (doy por sentado que los demás les importamos un pimiento, incluidos los presuntos futuros cooperados). Personalmente, no necesito tanto. Le tengo mucho apego al pellejo; mi gente me necesita, y me queda mucho hasta escribir algo decente. Me basta con que alguna persona me lea en Argentina, en Chile, en USA, en España. Suicidarme en público no es hoy para mí una opción, y menos liando en mi suicidio a un montón de gente que tiene sus propias serias preocupaciones. Hay quien dice que es lo que hizo Jesucristo, pero seguramente los motivos de Jesucristo eran buenos; nada que ver con el hijo de papá que, teniendo todas las necesidades cubiertas, busca emociones fuertes.
                   No sé si fue Wilde quien dijo que el hecho de que un hombre muera por una causa no la hace justa. Yo añadiría: y si el hombre es imbécil, menos aún.
Enhorabuena, maestro

                     Oí la noticia en la radio y estaba convencido de haberme equivocado. ¿A Vargas Llosa? Venga ya.... Tuve que abandonar mi preciada posición horizontal y venir a comprobarlo en el periódico de mi devoción. Ayer o anteayer había escrito en ese mismo periódico de mi devoción comentando una noticia sobre los nobelables (y perdonen el mal gusto de citarme): "A Vargas Llosa es imposible que se lo den. Hay que ser comunista, socialista o, por lo menos, buenista." ¿A Vargas Llosa, que hasta defendió y por escrito la Fiesta Nacional española? Pero sí, era verdad. Me alegro muchísimo de que sea verdad. Sobre todo, por el Nobel. Usted ya lo tiene todo demostrado; ellos, no. Enhorabuena, maestro.

lunes, 4 de octubre de 2010

En resumen

No había una verdad en los libros
válida para toda ocasión,
como busqué, como soñé
y algunos aún sueñan
(muy jóvenes).
Pero he conocido al Gato de Cheshire,
a Miguel Strogoff y a Emma Bovary;
he sufrido con Alonso Quijano
el Bueno,
y he reído con el Lazarillo
y acompañado a Lovecraft
en sus viajes a través de las nubes
y al mundo subterráneo.
¿Quién osaría quejarse?
¿Quién sería tan ingrato
o tan necio?
Y un día quise ser
el rabino del Golem,
autor de maravillas, alquimista.

Acaso en ínfima medida
lo he sido
(gracias a haber nacido
en una biblioteca
ilegible de puro inagotable,
y también, desde luego,
a la tecnología moderna).
Si alguna línea vale de tantas
quedará en la memoria.
Si no es así, seguramente merecían el olvido
como el poema de una sola palabra
del poeta del palacio de Borges.
Ya no es cosa mía
el verso que echó a andar.
Válgase por sí solo.
No es un hijo.
Lo hicimos entre todos, tanto tú como yo.
Digno o no de habitar en él, mi mundo es la palabra.
El resto es ruido y furia
(es decir: nada).
Que los muertos
entierren a sus muertos.

domingo, 3 de octubre de 2010

 Aquelarre
(juguete rimado) 

Remembering Julio Caro Baroja

Atraviesa los poros el ungüento
narcótico de la bruja tendida
y llega al prado en cueros y salida,
sobre fálica escoba en movimiento.
Un numeroso cónclave pagano
se junta, comenzando la apertura
a la parte más honda y más oscura
del pantanoso ser del ser humano.
Lujurias sin amor ni parentesco
se ofrecen a la luna complaciente,
que con esperma y sangre crece y crece.
El Gran Cabrón, al cabo, se aparece,
rey de azufre, y bendice horriblemente
el carnaval diabólico y grotesco.

Hipervínculos

             Reflexiono sobre una reflexión de Gunter Grass, ya no recuerdo si de antes de descrubrirse lo malo que era (que había sido) o de después: los textos en el ordenador parecen acabados por lo atractivo de la tipografía y lo hermoso de los escritorios, pero pueden y suelen no estarlo; por éso es mejor escribir a pluma, a lápiz, a bolígrafo o rotulador, sobre el papel.
            Es posible. Pocas veces he escrito directamente en una entrada (ahora que me doy cuenta, ésta va a ser una). Si lo dice Gunter Grass, es posible. Lo cual explicaría muchas cosas que se leen en la Red sin que sus autores sientan la menor cohibición. Todo europeo es un escritor, en potencia o en acto; pronto no quedarán  lectores, avisó el monstruo  portentoso porteño. Sin embargo, nadie es juez de sí mismo: un texto que parezca terminado puede estar terminado, incluso escrito en computadora; y uno sobre el que se ha trabajado mucho en papel puede ser una puñetera mierda; el único que puede decirlo es el lector.
             Lo encadeno con una declaración de Juan Goytisolo en El País-Babelia de ayer, en una columna sobre  un tal Claudio Rodríguez y su libro "Don de la ebriedad": El poeta no busca la gloria, no corteja la fama como quienes no han sido tocados por la gracia y, a falta de ello, engrandecen sus egos. Lo que me recuerda otra sentencia también de Goytisolo (y vuelvo a citar de memoria): El escritor ha de tomar su obra muy en serio, y a él mismo no demasiado.
             ¿He seguido este sabio consejo? No sé. Espero que sí. Ahí están los textos. El supremo Juez es el lector, las palabras han de defenderse solas. En cuanto a la posteridad.... cito esta vez a Woody Allen, a quien cita la hermosa Elvira Lindo: No quiero vivir en la memoria de mis espectadores; quiero vivir en mi apartamento.
           Ya aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, recomiendo a mis lectores, que parece que los hay, la relectura de los comentarios de Baudelaire sobre los Recuerdos de un comedor de opio, de Thomas de Quincey (uno de los libros que no se perdió en la mudanza). No se arrepentirán. Si algún joven pasa por aquí, que todo es posible en Sodoma, le recomiendo también las enseñanzas del autor de El albatros sobre las consecuencias del uso del hashish... De vacaciones encontrándome, me he propuesto también releer a los clásicos, excepto los intratables. El Lazarillo, El Quijote, el romancero viejo, las Moradas, Quevedo está de más decirlo... Ay de los buenos propósitos de Año Nuevo. Dios dirá, como dicen los cristianos.

sábado, 2 de octubre de 2010

Borges y España

Uno

                     Durante muchísimos años, desde los veintialgo hasta los que ahora tengo, o me tienen, me he preguntado qué tenía el divino Borges contra España, a la que dedicó sarcasmos e invectivas memorables. ¿Qué le hemos hecho? Me preguntaba. Tanto más cuanto que su obra contiene hermosas notas de hermanamiento sobre el parecido del individualismo en España y Argentina, una defensa de Cervantes -no querido por todo el mundo, por si ustedes no lo saben- y una inolvidable reivindicación de la persona y la obra de Quevedo... Hasta hace unos años, en que mi hijo me regaló las memorias o paramemorias de la fiel sirvienta del maestro, no di con la solución: ¡Borges tenía sólo un cuñado, y era (o es) español! En efecto, creo que si uno tiene varios cuñados, como yo, puede llevarse bien con unos y mal con otros, pero si tiene sólo uno, es inevitable que se lleve mal, tanto más si el cuñado (Guillermo de Torre, casado con su hermana Norah, creo) es un coñazo que pretende decirte incluso cómo colocar los muebles de tu casa, hasta el punto de que Doña Leonor, la madre del maestro, le tuvo que regañar: "Andá a tu casa a mandar, no aquí." No hay otra explicación, Borges nos amaba, adorábamos a Borges, nos regaló su prosa -de su poesía es mejor no hablar-, le dimos premios... El problema era el cuñado coñazo. No se suele uno llevar bien con los cuñados. 

Dos
                      Lo maravilloso de Borges es que, a pesar de ser un ser humano -como Cervantes, como Joyce, Stevenson o Cortázar- haya escrito esa obra. A pesar de su malísima dentadura, a pesar de que su mujer le pegaba, a pesar de vivir en un apartamento minúsculo y asqueroso con su madre, a pesar de tener que comer y vestirse, o dejar que le vistieran, todos los días, escribió esa obra, extrajo esas joyas del lodo y el excremento que forman la mayor parte de la vida diaria de todos. Si lo hubiera tenido todo a su favor, ¿dónde estaría la maravilla? Es más, estoy por decir que la desdicha es la que produce la literatura. ¿A qué hombre o mujer feliz les ha dado por emborronar cuartillas...? Feliz el hombre o la mujer a quien el amor por las palabras les permite olvidarse un poco de la vida... Atribuí, y no en broma, el antiespañolismo de Borges a la existencia de un cuñado coñazo. Pero hay otras razones. Los hispanoamericanos son nuestros hijos, España es su madre pero también su padre, y como tales ostentan un complejo de Edipo histórico que les hace quere distanciarse de nosotros ("La historia de Argentina se explica como un voluntario apartarse de España"), querer -digo querer- contemplar la empresa civilizadora de España como una desgracia, o burlarse -intentar burlarse- de nosotros, como lo intentó y no consiguió García Márquez con su colección de palabras nacidas en América -pero integradas fatalmente en una estructura lingual castellana, para su bien-. Las extrañas boutades de Borges ("El español es facilísimo", "Nosotros somos los hijos de los conquistadores, que se quedaron aquí; los españoles son los sobrinos") no tienen para mí otra explicación. El español es muy difícil, somos hijos de los conquistadores para bien o para mal, Borges no habría podido ser Borges sin España y sin la lengua castellana, y él era el primero que lo sabía.

martes, 28 de septiembre de 2010


 Una mesa

                      Me senté a la mesa del café, aromático de orina, y al instante me asaltó el viejo problema filosófico: ¿A cuántos minutos de mesa coja tiene uno derecho por un café con leche? El dueño había colocado en la pared dos escudos de regular tamaño de los equipos rivales, por lo que lo pensé hombre conciliador. O -pensé después- deseoso de atizar las rivalidades deportivas. Qué complicado es todo, pensé mientras sacaba el lápiz y la libretilla e intentaba creerme Hemingway. Pensé en toros, en cebollas, en vino y en hambre. En esposas locas de Scotch Fitzgerald y en resacas.  En obras escritas a máquina extraviadas. En grandes Gatsby. En A moveable feast. En viejos y en mares. ¿Quince minutos?       
                 Vamos, el dueño no podía ponerse quisquilloso, aquéllo estaba vacío. Yo no estaba desplazando a un cliente más gastador. Aún así, pedí un bocadillo de jamón y queso. Ésto me dará otros quince minutos por lo menos, por el precio. Veinticinco minutos. Miré penetrantemente a las paredes, a la calle. Siempre miro penetrantemente, quizá por curiosidad, quizá por miedo: espero que lleguen del pasado los compañeros de colegio que me daban puñetazos en los oídos, aunque nunca han vuelto. Por ahora. Pero los dueños de bares tienen que pagar el alquiler, los locales cuestan una barbaridad. Las existencias... bueno, éso depende. Escribí los álamos montaban guardia a lo largo del río mientras una luna llena amenazaba desplomarse sobre el castillo medio derruido y ella no llegaría nunca seguramente.
                  Miré el reloj; me quedaban veinte minutos, y yo era el dueño indiscutido de momento de aquella mesa. Luego pediría otro café. Con gusto una copa; pero el médico me ha prohibido beber. Escribía en un café, como hacen los escritores siempre. El dueño -sería el dueño por su actitud- detrás del mostrador ajustaba el dial o el volumen de la radio, o ambas cosas.
                   Nadie me había llamado la atención nunca en un café por utilizar una mesa demasiado tiempo -por otras cosas sí-, pero el problema filosófico permanecía (y permanece). Me dije carajo, si piensa que estás abusando de la mesa no tiene más que decírtelo. ¿Cómo se llamaba la conciencia en exceso escrupulosa? Hace tanto tiempo que me enseñaron esas cosas en el colegio. Debajo del mostrador, diversos alimentos para acompañar la bebida: bocadillos, tortilla de patatas, carnes de dudosa procedencia invitaban a seguir el consejo de Malraux: vivid peligrosamente. Escribí en la libretilla: Triste noche era aquélla de aniversario.
                  Miraba otra vez penetrantemente a la calle -aunque en ella poco había por penetrar- cuando entraron un hombre y una mujer, que se sentaron a la barra  y pidieron un whisky y un vodka con naranja, después de saludar cordialmente al dueño (debía de ser el dueño).
           -Venga, saca éso- dijo el hombre.
           -Cuando se vaya el poli- dijo el dueño en voz baja, y la chica me miró.
                  Al cabo de un momento me levanté despacio, y procurando no mirar con penetración a ningún lado me acerqué a la barra y pagué la consumición con toda la dignidad que pude, y salí a la calle. Así comprendí que se puede estar de más en un bar aunque no se ocupe una mesa demasiado tiempo en relación con lo que uno consume.

domingo, 26 de septiembre de 2010

LA HISTORIA

                 Dios recordará (acaso) con cuántos cretinos e iletrados me he enzarzado en talleres literarios para nada, y con cuántas gentes he conversado de Literatura en la Red, hablando yo en chino y ellos en malayo. Y hubo un muchacho que me escribió una carta elogiosa y admirativa y que decía esperar con ilusión mi respuesta; como abro el email de seis en seis meses, cuando quise contestarle ya no existía esa cuenta. Quién sabe quién habrá pensado el muchacho que era yo: un idiota creído, un soberbio, o como poco un descortés, un incivilizado. Quién sabe qué se habrá creído él: una persona sin importancia, cuando tanto pudo animarme su misiva para escribir algo más, para bien o para mal es otra cuestión.
                   Por suerte, tengo muchas preocupaciones, se empujan unas a las otras y se expulsan de la cabeza, como las palomas en un reborde del tejado; pero me duele ese recuerdo. Ojalá hubiera abierto el correo con más asiduidad.
                 Así se escribe la historia.
                       dame cobijo sobre tus rodillas
y por favor no me preguntes nada
hoy soy sólo una alma naufragada
que sin sexo se llega a tus orillas

hoy no te pido amor amada amiga
hoy te imploro un albergue no lascivo
para dormir que más muerto que vivo
estoy y es demasiada la fatiga

esta noche no soy hombre siquiera
sino flaco caballo malherido
con negras mataduras en la espalda

esta noche sé sólo compañera
hoy tu calor no anhelo ni tu nido
hoy me quiero olvidar sobre tu falda
 Esas otras cosas

Están el pan y el agua
Está el pensar que no lo hicimos tan mal después de todo
Que no jugamos demasiado mal las cartas que teníamos.
Está el sol y mi gata y el aire de la calle
Y un fondo de pantalla muy bonito
Con un desierto rojo
Están el café y el tabaco y el agua
Y el pequeño jardín
Y los atardeceres caudalosos de rojo y de violeta.
Está una ligerísima esperanza.
Están los diccionarios y los mapas
Y el deseo y el sueño.
Hay algunos recuerdos y el tiempo que me quede
Y la noche y el alba.
Y luego hay esas otras cosas
Negras de espanto y de abismo y de frío
Y no hay modo de olvidarse de ellas
Y no hay modo
de librarse de ellas.                                                                                                                                                                           

viernes, 24 de septiembre de 2010

                  He recibido numerosos correos electrónicos preguntándome por qué no me gustan los cómics de Mafalda. La respuesta me parece muy sencilla, aunque alguna discusión de perfil bajo haya tenido con algún amigo en el pasado sobre el particular. El dibujo de Quino es magistral, ésto está fuera de duda; pero Mafalda y sus amigos no son niños: son enanos. Ningún niño dice al ver un socavón con oberos que "Quizá están buscando las raíces de lo nacional." El éxito de Mafalda para mí es un misterio... o a lo mejor no. A lo peor no. A lo peor es que todo nos da igual.
Guillermo Brown, Charlie Brown, la pequeña Lulú, son niños: piensan como niños y hablan como niños. Los autores, de algún modo (no tengo ni idea cómo) consiguen recordar lo que pensaban y decían cuando tenían esa edad. Ésa es la gracia que tienen sus historias, y ése el motivo de que Mafalda no tenga ninguna, a mi modo de ver. Aunque se puede aprender mucho sobre dibujo con Quino.
                  Quizá estamos tan enfermos que ya no nos preguntamos qué nos pasa; tal como yo no concibo actualmente que se pueda vivir sin dolor de espalda. Estamos tan enfermos y desde hace tanto tiempo que ya no nos preguntamos por qué la vida social es un intercambio de humillaciones más que un intercambio comercial (Leopoldo M. Panero) o por qué todas las series que vemos versan sobre policías, o psicópatas, o salas de disección; siendo algunas de las más exitosas las que combinan los tres elementos. Por otra parte, tenemos problemas mucho más urgentes, como la pérdida de identidad. Pero algún día habría que preguntárselo.

martes, 21 de septiembre de 2010

   Memento


             La muerte de JAL me coge en pleno acceso de timor mortis; he echado cuentas, y me quedan como diez o quince años (con suerte). Por mucho que la muerte sea cuestión de estadística y todo hombre corra el albur de ser el primer inmortal (Borges dixit), te sientes como en un tobogán sin brazos, deslizándote sin remedio y a regular velocidad hacia... ¿hacia dónde? Como muy poco, e incluso estoy fumando muy poco. Algo tendrá de bueno la conciencia de que "ésto va en serio": ya no me despierto como si hubiera tomado una cucharada de alquitrán.


                            Relecturas


             Una relectura de Crome yellow y Those barren leaves de A. Huxley me confirma todo lo que los críticos saben desde siempre: los personajes de novela de este autor son diferentes facetas de su personalidad, y no personajes logrados: ahora me disfrazo de viejo cínico, ahora de joven aristócrata tonta, ahora de aspirante a escritor, ahora de sindicalista. ¿Es un fracasado Huxley creando personajes? Depende... Depende de si se proponía construir personajes creíbles. De todos modos, ésto de pensar en términos de éxito o fracaso es más bien cosa de los norteamericanos.

  Pautas

            De niño me hostilizaban (de hostia) en todos lados excepto en mi casa, que era un remanso de paz y cristianismo casi siempre; crecí así con un patrón de comportamiento basado en la defensa y el ataque que quizá tuviera que dejar de lado ahora que el porvenir es aún menos halagüeño.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Gente rara

                   Me pasé media vida (no miento: hasta los treinta años más o menos) pensando, creyendo, como un aficionado al fútbol respecto de su espectáculo preferido, que todo el mundo era sensible a la música de las palabras. Después me fui encontrando, como quien se encuentra a seres de planetas incomprensibles, que había muchísimas personas que sentían por el Quijote o Las flores del mal lo que yo puedo sentir por una final de Copa. Después lo olvidaba, hasta el siguiente encuentro con uno de estos extraños seres. Cuántos párrafos habré leído a mi madre, a mis tías, a mis amigos, esperando que encontrarían en ellos el placer y la diversión que yo,  ya que el gozo que procura la lectura, igual que el amor, reclama ser anunciado, mientras ellos esperaban con (im)paciencia que aquel tormento se acabara. Lo siento. La eximente, ya lo he dicho, es que yo no concebía que no se pudiera disfrutar leyendo.

La trahison

                   Es notable advertir los esfuerzos que en el último siglo hemos hechos para degradarnos a los ojos de los demás y los nuestros propios, sosteniendo contra viento y marea que la labor de un panadero o un ebanista era superior a la nuestra. Alguno, cuyo nombre he olvidado, llegó a hablar de los intelectuales como excremento de la sociedad, así, sin matices. Y sin embargo, sin embargo... La verdad despide un aroma inconfundible, y algo dice a la mente (y al alma, con perdón) que para buen número de gente puede ser prescindible la silla e incluso la barra de pan, en absoluto El albatros, El lazarillo, Quevedo, Shakespeare.
                  Únicamente gente de destilado refinamiento, que vive rodeada de artificialidad, busca versos sencillos y de intención evidente.

Aldous Huxley, Those barren leaves
            
            Llegada cierta edad, a uno le sucede sentir, como a Fausto al comienzo del poema goethiano, que ya ha leído todos los libros y que la lectura, incluso la de un texto desconocido, es siempre relectura porque, acumuladas ciertas experiencias vitales, ha leído el libro de la vida y nada de lo humano le resulta absolutamente novedoso. Entonces lo esencial es ese otro "progreso hacia uno mismo", tan diferente del científico, y escribir las líneas del propio destino más que perpetuar el tintineo de las palabras prestadas, por ilustres que éstas sean.

(Javier Gomá Lanzón, "No estar al día", El País (Babelia), 4-09-2010)

jueves, 16 de septiembre de 2010


Lumbares

            La intervención había sido una crucifixión de tal calibre, digna de un cuadro de Francis Bacon, que esperó resultados en proporción. Craso error: llevar el cuerpo al cirujano es como llevar el coche al taller (o el alma al psiquiatra): se vuelve a caminar, pero siempre hay un ruido por alguna parte... Se sintió acompañado cuando supo que Bardem también había sido intervenido: lo suyo era consecuencia, el pobrecito, de haber levantado en brazos a una actriz que -se conoce- pesaba más de lo debido, o bien Javier no lo hizo siguiendo los consejos de los manuales de ergonomía. "Entonces también  a Ellos les sucede", se dijo. "También Ellos se ven desnudos en una cama, con un tubo de drenaje metido en la espalda, mientras otros les lavan, y sueñan con el infierno y -¡con suerte!- alguien les trocea el pan del desayuno y se lo mete en la boca... Y abrió la botella de Propofol, él y el Doc abrieron la botella de Propofol, pero él se había tomado algo para aguantar mientras el Doc llegaba... Dejó millones de jóvenes llorando y comparándole con El Rey, y sonreía ante tanto amor y tanta hipérbole, con su nariz picuda, desde la invisible región de las estrellas fijas, recordando el moonwalking y todo aquéllo, pero ya sin dolor.

martes, 14 de septiembre de 2010

 Aleister Crowley

Invocó los demonios de la tierra
para calmar su sed del absoluto
este curioso asceta disoluto
("el hombre más malvado de Inglaterra");
dilapidó cuantiosos patrimonios,
arruinó vidas, repartió locura
para anudar su singular, oscura
alianza terrenal con los demonios.
Y su persona misteriosamente
incólume salió del peligroso
trato con esas fuerzas abismales,
y llegó a la vejez tranquilamente,
para hundirse (supongo) venturoso
en las rojas tinieblas infernales.
A un pelota

Cada cual trae al mundo su tarea.
Hay músicos, poetas y pintores,
hay jinetes, soldados y doctores:
y el que nació pelota, pelotea.

Mi amigo (porque lo es) es un pelota
modelo: ¿Cambia el jefe? No le importa:
lo mismo con el nuevo se comporta.
(No cambia su misión, cambia la bota).

¿Es triste condición? ¿Triste papel?
Yo sólo se decir: no va conmigo,
y el resto lo reputo incognoscible.

Lamiendo botas, consigue mi amigo
todo lo que yo que me río de él
sin lamerlas tengo por imposible.

Curas de mi tierra

                   Hace años escribí este soneto; lo doy tal cual, aunque quizá hoy cambiaría o sustituiría el segundo verso. Parece que sabían mucho más de lo que yo pensaba entonces, incluso descontando las exageraciones del periodismo.

Perros de Dios que administraban penas
y culpas de las que nada sabían,
amargados canes que decidían
de salvación y perdición ajenas,
juzgando si eran malas o eran buenas
las gentes que en tanto les excedían,
y anegadas de angustia les pedían
el divino romper de sus cadenas.
Perros de Dios, qué cegados estábamos
buscando tantos años, tan en serio,
en su tormento la paz anhelada.
Pensando hoy, ¿a quién nos confiábamos?
Viudas locas, bichos de cementerio,
perros de Dios que no sabían nada...
Dentro de algunos años

Niña monísima,
de faz angélica,
que entre las sábanas
roncando estás...

Ved aquí el túmulo
de algún polígrafo
-o grafómano-, 
su estilográfica, su espátula
(porque de genio artístico
creíase -o pictórico).
Sonámbulo, no siempre lúcido, 
alguna vez ridículo, 
elaboró metáforas patéticas
y versos estrambóticos.
Si su escritura reveló algún mérito,
el lector júzguelo;
historia es ya pretérita
su verbo casi anónimo.
Si a alguno fastidióle su retórica,
discúlpelo humanístico,
perdónelo católico, 
olvídelo magnánimo- y amnésico.

Así decía un ciego casi homérico,
con voz lúgubre,
ante la urna minúscula
(no le oyeron, por el ruido del tráfico,
y se marchó colérico).
Querida Fly

                  ¿Quién ha hablado de estar usted calladita? ¿Quién ha hablado de que usted pueda molestar con sus inteligentes y civilizadísimos comentarios? ¿A quién? ¿Por qué? No me haga sentirme incómodo;  su presencia siempre es grata, muy grata, y -se lo dije en el periódico y se lo digo aquí, que no nos ve nadie- es por sus comentarios a mis frases que me decidí de nuevo a abrir un blog. Este blog, para bien o para mal -la encuesta hasta ahora no me lo aclara, ver encuesta- es responsabilidad suya, y si alguien encuentra algo en él que le sirva, o le guste, a usted se lo debe.

                   Con el mayor afecto y simpatía,

                                                     Elías F. Gómez García

P.D. Si a usted le gusta más el cuadro anterior, no hay más que hablar.
Querido diario

             Todavía no tengo seguidores (oficiales; le debo carta, querida Fly. Tuve unos días complicadillos). No puedo inscribirme yo mismo como seguidor. Sería onanista, y hacerse trampas en el solitario. ¡Pero alguien ha utilizado la encuesta! Mi hijo no tiene razón: hay que poner muchos widgets en el blog. --- Facebook no me gusta, es una cosa muy rara, yo creo que para gente muy joven y que tenga mucho tiempo. Y además, hay que tener amigos. E interesarse por algo.

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             Por alguna razón sigo leyendo el mismo periódico. Algo tendrá, o algo les faltará a los otros. O quizá sea mi personalidad adictiva. El caso es que ayer, día trece, traía un estupendo artículo que se intitula "El yo más desvergonzado." Para no perderse por ningún bloguero ni escritor. El diario ya saben cuál es, ése que uno lee porque en país de ciegos el tuerto es rey; y la sección, Cultura, supongo. Búsquense la vida.

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                              Toda sociedad exige, necesariamente, un acomodamiento recíproco, un temperamento; así, cuanto más numerosa es, más insípida se hace. No se puede ser verdaderamente uno mismo, sino mientras está uno solo; por consiguiente, quien no ama la soledad, no ama la libertad, porque no es uno libre sino estando solo.

Arthur Schopenhauer


             Conozco quien no sabe tomar un café, o aun dar un paseo, sin alguien que le acompañe. Conozco a mucha gente así. A mí, hoy, me estropea un paseo, o incluso un café, encontrarme con alguien. Prefiero hacerlo todo solo.... bueno, ahora que me doy cuenta, todo, no. Pero mientras estoy solo, converso con el hombre que siempre va conmigo, aunque no me haya enseñado aún, ni vaya camino de hacerlo a lo que se ve, el secreto de la filantropía.
             ¿Fue siempre así? No, no, en absoluto. Nunca he sido simpático, continúo sin serlo, y en mi infancia e incluso después esa circunstancia me hizo pasarlo muy mal. Se lo decía a mi madre, en su calidad de representante de Dios, y ella me miraba como diciendo: "Qué quieres que yo haga, hijo mío." Era la época en que hubiera pagado (y a veces pagué) para que me hicieran compañía. Luego, imagino -cualquiera se acuerda- que desarrollé algún tipo de defensa contra el sentimiento de soledad, y después acabé por encontrarle la gracia.
             Hoy, el mayor sacrificio -no siempre, me consta, debidamente apreciado- que puedo hacer por alguien es asistir a su boda o al bautizo de su hijo, acompañarlo a tomar café, a dar una vuelta. No lo perciben como sacrificio, porque para ellos la compañía es algo deseable. Le invitan a uno pensando: "Que él también lo pase bien." Tampoco lo hace uno para que le agradezcan, desde luego. Lo hace uno porque se trata de Fulano o de Mengana, la intención es lo que cuenta y no ir lo tomarían como desaire.
            He olvidado qué me hacía sufrir tanto del hecho de estar solo. Completamente. ¿Quién no me sobra hoy, salvo mi familia cuando está de buenas? No sé si estoy curado o muy enfermo, pero también he dejado de preocuparme por todo lo que no sé; no se termina nunca.

 

domingo, 12 de septiembre de 2010

A UNA CRUZ

Por respeto a mi padre, te conservo
al lado de mi pertinaz tintero,
mas no te entiendo, y no porque no quiero;
pero no supe nunca serte siervo.
Siervo, no supe nunca ser de nada;
es posible que mi libre albedrío
usara mal; ¿por éso está tan frío
tu rostro, y tan distante tu mirada?
Conmigo o contra mí, tú nos dijiste;
dilema radical y perentorio
para mí, que me llamo Incertidumbre.
Yo no puedo subir hasta tu cumbre
ni tú acaso bajar a mi escritorio.
Quizá nunca sabré por qué moriste.
A UNA FARMACÉUTICA

Es mal negocio para una farmacia
que despache una niña tan bonita,
con esos ojos, con esa carita,
y con esa sonrisa y esa gracia.
Porque el que va por un medicamento
y vienes a atenderle, Mariquilla,
se marcha sin comprarte la pastilla,
porque se va curado del contento;
se toma la tensión disimulando,
o te compra un barato chirimbolo,
y se olvida cuál era su dolencia;
mal negocio eres tú para la ciencia,
que estás detrás del mostrador, curando
a la gente con atenderla sólo.
Le habla a un tonto que construye su biblioteca

Te compras libros, Platero,
por llenar estanterías
que en tu casa están vacías,
que me lo ha dicho el librero.

No importa si son de autores
dudosos o consagrados,
siempre que tengan dorados
y tengan buenos colores.

Ese afán, de todos modos,
de parecer erudito,
te da mérito de serlo...

Lee alguno, que al leerlo
se te abrirá el apetito,
y acaso los leas todos.
Protesta a uno que pedía para beber 
No me tomes, amigo,  por capullo;
si te vas a gastar en un vinillo
lo que me pides para un bocadillo,
éso no es mi problema, sino tuyo.
¿Tengo cara de juez o sacerdote?
Si puedo, te daré siempre una ayuda,
y lo que hagas con ella me la suda;
por favor, no me tomes por cipote.
Yo he bebido también porque tenía
motivos, y también seguramente
los tendras tú; no sé; no es cosa mía.
Te doy porque me pides, simplemente,
y espero que tú a mí me des un día,
si en tu lugar me veo casualmente.
 Aquí cuenta su aspiración de ser objeto inerte

Pensar me asombra, gélida Leticia,
que os miréis al espejo diariamente
y él os refleje y no gima, impotente
de haceros la debida y fiel justicia:

Que la sortija de oro delicada
que calentáis en ese frágil dedo
no tiemble, y no parezca sentir miedo
de ser con vuestra mano comparada.

Ah quién fuera sortija, o fuera espejo,
para estar ante vos indiferente
y poder ante vos no sentir nada,

en lugar de ser un escritor viejo
que se os acerca temerosamente
y se estremece con una mirada.
De vuelta de Borges

Sólo sometemos a un escrutinio serio lo que nos importa.  Noada tengo contra Barack Obama, contra Tarantino o  contra Michael Jackson (fuera de los calcetines blancos). Nada tengo contra ellos, porque me parecen fundamentalmente ininteresantes (hablo, naturalmente, de mí, de lo que a mí me interesa o no, no de la importancia que en realidad esas personas tengan). En cambio, a fuerza de reverenciarlo y contemplar su busto he acabado por ver demasiado claramente las grietas del ídolo Borges. No diré lo que dijo Pérez-Reverte: "Borges es un gilipollas que se pasó la vida intentando imitar a los escritores ingleses", afirmación excretada para que se hablara de él (de Pérez) durante diez minutos (y lo consiguió, en efecto). Pero sí veo sus innecesarios galicismos, su poco ingeniosa ingeniosidad, su uso indebido de las comas, su forzada elección de asuntos fantásticos (los argentinismos son naturales en un argentino, y no los cuento)... El misterio es que, con grietas y desconchones y todo, algunos muy llamativos, continúa en su pedestal, al menos para mí, lo mismo que el Partenón continúa siendo el Partenón. O las Meninas las Meninas, a pesar de la restauración atroz inferida por alguien. Seguimos visitando las Meninas y seguimos (y seguiremos) aprendiendo de Borges. Pérez, que yo sepa, está bien, gracias.
...Los sobres que escribía Mallarmé con sus direcciones en verso, le dejan a usted indiferente, a menos que no le causen lástima; usted no puede comprender que



Apte à ne point te cabrer, hue!
Poste, et j'ajouterai, dia!
Si tu me fuis anze-bis Rue
Balzac, chez c'est Hérédia,

es un pequeño milagro.
-Tiene usted razón-dijo Mr. Scogan-. No puedo comprenderlo.
-¿No le parece a usted una cosa mágica?
-No.
-Ésa es la piedra de toque del temperamento literario - dijo Dionisio-, la sensación de que las palabras tienen un poder. La parte verbal, técnica, de la literatura es sencillamente una extensión de la magia.


(Aldous Huxley, Crome Yellow. Traducción de J. Farrán y Mayoral)

sábado, 11 de septiembre de 2010

Feliz año 5771

                     ¿Mataron los judíos a Jesucristo, o indujeron su muerte? ¿Hay vida en otros planetas? ¿Produce la masturbación ceguera? Son preguntas que entran en el vastísimo campo de mi ignorancia... Cuando nuestra amiga Perla era muy niña, se paró como cualquier niño a ver una procesión: las extrañas estatuas, los capirotes, los colorines. Un señor que estaba a su lado se volvió hacia ella y le espetó: "¡Vosotros matásteis a Jesucristo!" Y la niña, asustada como es lógico, contestó enseguida: "¡Mi padre, no!"
                    ¿Tengo amigos judíos? Si recibirte en su casa, obsequiarte todos los años en la fecha de tus fiestas, invitarte a ceremonias cuasi privadas a las que no a todo gentil se invita, preguntarse por la salud y contarse secretos es ser amigo, si visitarse mutuamente en ocasión de deceso o enfermedad es ser amigo, sí, los tengo. ¿Me fiaría de ellos? Hasta cierto punto, como de cualquier cristiano.
                     Y son nuestros abuelos. Somos algo más modernos que ellos, pero no mejores.  Igual que respecto a nuestros padres. El bueno de Bono lo dijo: "Mi padre era falangista, y yo no soy mejor que él." El cristianismo es una versión actualizada -y no tanto por lo que se está viendo- del hebraísmo. Sospecho que ellos pondrían degenerada donde pongo yo actualizada, pero es natural.
                      Las Actas de las Inspecciones administrativas gozan de presunción de certeza iuris tantum. Mientras no haya prueba en contrario, yo considero amigos a quienes me lo han demostrado. Feliz Rosh Hashaná, amigos, si me oís en medio de esta alharaca antisemita que se levanta. Y gracias de nuevo por la botellita de agua del Jordán que os pedí y me trajisteis para bautizar a mi sobrino-nieto.

viernes, 10 de septiembre de 2010

A uno que pega a su perro

Esta tarde te he visto castigando
a tu perro, que de bueno ni habla,
y al que, no sé por qué, con una tabla
en el hocico estabas golpeando.
Supongo que lo quieres agresivo,
por luego presumir de perro fiero;
medalla llevas tú de majadero,
por torturar tu perro sin motivo.
Tu vileza me jode la barriga;
en mi vida cochino tan inmundo
he visto, ni salvaje tan cretino;
mierda es tener un perro por vecino,
un asqueroso perro que castiga
al solo que le quiere en este mundo.
Oración clásica

Tú que me has dado, Padre, tantas cosas
(y aun el supremo don de ser querido),
me niegas otras cosas que te pido;
sin duda, por razones poderosas.
Tú eres quien sabe lo que me conviene
y me darás lo que yo necesito;
que no siempre es lo bueno lo bonito
ni tiene siempre más el que más tiene.
Yo te remito, Padre, mi plegaria,
y me quedo esperando que decida
tu saber infinito incognoscible.
Sé que si no me das lo que te pida
es que lo que te pido es imposible
o que es mi petición innecesaria.
Oración gnóstica

Perdona, oh padre no nacido Abraxas,
a los demiurgos que han creado este mundo,
que han bosquejado irresponsablemente el mundo,
este mundo donde el tiempo no vuelve,
donde la juventud dura tan poco
si es que se llega hasta la juventud,
donde hay discordia entre hombre y mujer
que tú siempre pensaste en armonía,
donde la tierra espera todo cuerpo,
donde halla decepción toda esperanza.
Sereno en el pleroma e inmutable,
perdona a los ángeles malévolos o necios
y ten piedad del hombre al que tú no creaste.
Perdona a los demiurgos inconscientes
el dolor, la tristeza, la locura, el deseo,
el desacuerdo, las enfermedades,
el fracaso y la muerte.
Perdónales la muerte, perdónales haber hecho la vida
y el mundo, perdónales la ruina y el peso de los cuerpos,
perdona su torpeza y su ignorancia,
y ten piedad del hombre, al que tú no creaste.
Perdona a los demiurgos,
perdónales porque no saben lo que hacen
y ten piedad del hombre,
que al fin es hijo tuyo aunque tú no querías
en el profundo fondo de tu ser,
eterno no nacido padre Abraxas.
Bronca

¿Por qué leen estos ruidos otoñales
que perpetro, insolente o aburrido,
para poblar un tiempo sin sentido
y distrarme un poco de mis males?
¿No saben que en la calle está la ciencia,
la belleza, los vinos, los placeres,
que los parques, los hombres, las mujeres
les esperan con tierna impacïencia?
Si admiten un consejo los lectores,
no se detengan en mis tonterías,
porque el tiempo tampoco se detiene.
Esos pocos minutos que uno tiene,
esas horas de irreversibles días,
han de llenarse con cosas mejores.

Spanglish

Close will can my eyes la postrera
night that me llevará the white day,
and will can desatar this soul of mine
now to her afán ansioso lisonjera.
But not de esa other part in the ribera
will leave la memoria where ardía;
'cause to swim knows my llama la agua fría
and to loose el respeto a law severa.
Soul for what all a God prisión has been,
venas that humor to tanto fire have given,
medulas que han gloriously be burned,
her body dejará, not her cuidado;
will be ceniza, but it'll got a sense;
they powder will be, but powder in love.
El huevo y las patatas




(Characters and events depicted are not fictitious)





                Arduo es el camino hacia la excelencia en el relato en plan Guy de Maupassant, Cortázar o Hemingway; quizá era más fácil en la terraza del Café de Flore con una libretilla y un lápiz norteamericano cuando en París había la tercera o cuarta parte de la población de ahora. En ese camino, pueden servir de ejercicio las siguientes líneas. Infringiré dos de mis principios: aparezco yo, el relato es auténtico. No importa. Goya escribió al pie de un dibujo a los ochenta años: "Aún aprendo."



Yo comía en Correos con dos idiotas; uno era compañero de trabajo, y el otro, que me detestaba, amigo suyo. Comíamos allí porque era más cómodo y barato que ir a casa, comer y volver por la tarde. Y se comía bien por treinta céntimos de euro.



Un día vino un viejo y se sentó a nuestra mesa. Por alguna razón. Nos presentamos, estrechó la mano de los otros y dejó la mía colgando en el aire. Me extrañó. No me sorprendía el aborrecimiento del idiota de mi edad (me había pasado la niñez y la juventud siendo aborrecido), pero yo respetaba mucho por aquel entonces a las personas mayores, que incluso si (lo sospecho hoy) no me detestaban mucho menos, solían tener el detalle de ocultarlo.



A lo largo de la humilde comida de treinta céntimos que siguió se desveló el misterio: yo era de Madrid (aún lo soy), y el señor era de un pueblo cercano, y durante la guerra les habíamos estado robando los madrileños las patatas a todos los pueblos cercanos, con lo que algo se comía en Madrid, pero en los pueblos se pasaba hambre. Y yo, que nací diez años después de terminar la guerra, había heredado el pecado de mis antepasados (que por cierto llegaron a Madrid unos pocos años antes que yo al mundo). Era ése el motivo de la denegación del saludo. Llevaba (el señor) un pastillero redondo de un tipo que no he vuelto a ver, con unos ocho compartimentos. Nos despedimos. No fue la última vez que pagaba yo el delito de ser de Madrid, pero serían otras historias. Por otra parte, lo pago con mucho gusto con tal de ser de Madrid.



Al día siguiente, tocó huevo frito de segundo plato. Con patatas. Vaya. Yo estaba distraído hablando con mi compañero, y algo soñoliento, la verdad, cuando el otro idiota señaló directamente mi plato y dijo: no te comas éso. Al mirar el plato, vi el huevo cubierto completamente de pedacitos de vidrio, cuyo brillo se confundía con el de la clara y la yema, y que yo me disponía a ingerir (nada como un huevo frito con mucha sal).



El idiota seguramente me salvó de algo, no sé muy bien, y aquel anciano me dejó con el saludo colgando por algo de lo que yo no tenía la menor idea. Reflexiono sobre ello, y no hallo moraleja alguna; pero si la hallara, no la declararía. Borges lo dijo: no aspiro a ser Esopo.

jueves, 9 de septiembre de 2010


Un soneto me manda hacer Violante,
y en mi vida me he visto en tal aprieto...

Lope de Vega


Ex nihilo nihil

Algún verso quise escribir aquí
sin nada aún sentido o recordado,
pero tenía el lápiz preparado
y así de todos modos lo escribí.

Sin vida, sin recuerdos, sin mujer,
resulta un artefacto sin belleza
(si no se tiene nada en la cabeza
es lo que suele siempre suceder).

Y así, rima con rima, poco a poco
un soneto que no es sino pellejo
sin carne sólo alcanzo a producir.

Por no seguir aquel sabio consejo:
nunca escribas sin algo que decir,
de la nada en la nada desemboco.
 
 
Ars magna et ultima
 
Con compadritos que se matan por nada,
con señoras mayores que se mueren de un susto,
con aldeanos de memoria implacable,
hizo Borges su mundo.
De la mugre y el triste sino humano
sacó zafiros, esmeraldas, rubíes.
No llegaré a su altura. (¿Quién podría?).
Pero no importa, importa esa lección.
Todo verbo es del polvo (incluso el suyo),
pero no lo es el arte de la alquimia.

Jezabel

 I
                   Hace tantos años que me di cuenta de que Jezabel estaba como una cabra, que ya no puedo recordar cuándo me di cuenta por primera vez. Para mí, al principio era nada más que una mujer ligeramente excéntrica y muy divertida, que pintaba no del todo mal cuadros al óleo, me regalaba cigarrillos turcos que Compraba en el extranjero (ella no fumaba) y me contaba cómo había sido -cómo ella se imaginaba que había sido- el París de la bohemia. Me divertían sus historias, la adoraba. ¿Se volvió loca por no conocer el amor, o no conoció el amor porque se volvió loca? La locura desprende un inconfundible olor que ahuyenta a los pretendientes y a los potenciales amantes; ella seguía pintando, leyendo novelas de calidad y de no tanta calidad, y soñando.

II
                   Una tarde, buscando entre sus libros alguno que no hubiera leído ya, encontré una especie de diario que, como comprendí enseguida, era un diario fantástico. Se relataban en él los amores (los amores de amor) que no había tenido nunca con hombres amables, corteses y cariñosos, y las palabras de amor que no le habían dirigido, las caricias, los besos, las artas; sonreí un poco, sintiéndome culpable hacia Jezabel, porque las palabras de amorque figuraban en esas historias son las que pronuncia una mujer, y no un hombre. Pobre Jezabel; ni siquiera podía imaginar.
Me regaló un atril y un juego de escritura carísimos, y me aconsejó sobre el modo de escribir relatos, que debían contener (según ella), ineludiblemente, los siguientes elementos:

1.Colores
2.Sabores
3.Aromas
4.Sonidos
5.Amor
6.Personajes
7.Un poco de lluvia
8.Un conflicto
9.Fechas precisas
10.Uno o dos cuadros antiguos

Debía uno evitar, a toda costa:

a) Figurar como protagonista en el relato.
b) Que la anécdota y las circunstancias fueran verdaderas.

III

                    Nos perdimos de vista en 1999. No hubo ruptura, porque nunca había habido relación. No hubo llantos ni despedidas. No hubo escenas. Me regaló la última cajita de cigarrillos turcos, y un anillo vagamente pavoroso que aún llevo, sobrellevando las pullas de los compañeros de covacha.
-No podía ser, ¿verdad?- me dijo-. Yo soy del demonio, y tú no. Aunque creo que tú eres de un demonio peor. Además, sólo te interesa escribir. O a lo mejor eres homosexual.
-Querida Jezabel -le contesté-, si no lo fuera, ¿no me habría acostado contigo?
Meditó un poco sobre esta respuesta, luego me dio un beso sin intención particular.
Luego he sabido que se casó, se divorció y ahora es conservadora de no sé qué museo de esos tan especializados que nadie visita nunca.