........................esta segunda inocencia
que da en no creer en nada.
Antonio Machado

jueves, 9 de septiembre de 2010


Jezabel

 I
                   Hace tantos años que me di cuenta de que Jezabel estaba como una cabra, que ya no puedo recordar cuándo me di cuenta por primera vez. Para mí, al principio era nada más que una mujer ligeramente excéntrica y muy divertida, que pintaba no del todo mal cuadros al óleo, me regalaba cigarrillos turcos que Compraba en el extranjero (ella no fumaba) y me contaba cómo había sido -cómo ella se imaginaba que había sido- el París de la bohemia. Me divertían sus historias, la adoraba. ¿Se volvió loca por no conocer el amor, o no conoció el amor porque se volvió loca? La locura desprende un inconfundible olor que ahuyenta a los pretendientes y a los potenciales amantes; ella seguía pintando, leyendo novelas de calidad y de no tanta calidad, y soñando.

II
                   Una tarde, buscando entre sus libros alguno que no hubiera leído ya, encontré una especie de diario que, como comprendí enseguida, era un diario fantástico. Se relataban en él los amores (los amores de amor) que no había tenido nunca con hombres amables, corteses y cariñosos, y las palabras de amor que no le habían dirigido, las caricias, los besos, las artas; sonreí un poco, sintiéndome culpable hacia Jezabel, porque las palabras de amorque figuraban en esas historias son las que pronuncia una mujer, y no un hombre. Pobre Jezabel; ni siquiera podía imaginar.
Me regaló un atril y un juego de escritura carísimos, y me aconsejó sobre el modo de escribir relatos, que debían contener (según ella), ineludiblemente, los siguientes elementos:

1.Colores
2.Sabores
3.Aromas
4.Sonidos
5.Amor
6.Personajes
7.Un poco de lluvia
8.Un conflicto
9.Fechas precisas
10.Uno o dos cuadros antiguos

Debía uno evitar, a toda costa:

a) Figurar como protagonista en el relato.
b) Que la anécdota y las circunstancias fueran verdaderas.

III

                    Nos perdimos de vista en 1999. No hubo ruptura, porque nunca había habido relación. No hubo llantos ni despedidas. No hubo escenas. Me regaló la última cajita de cigarrillos turcos, y un anillo vagamente pavoroso que aún llevo, sobrellevando las pullas de los compañeros de covacha.
-No podía ser, ¿verdad?- me dijo-. Yo soy del demonio, y tú no. Aunque creo que tú eres de un demonio peor. Además, sólo te interesa escribir. O a lo mejor eres homosexual.
-Querida Jezabel -le contesté-, si no lo fuera, ¿no me habría acostado contigo?
Meditó un poco sobre esta respuesta, luego me dio un beso sin intención particular.
Luego he sabido que se casó, se divorció y ahora es conservadora de no sé qué museo de esos tan especializados que nadie visita nunca.

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